José de San Martín
José Francisco de San Martín nació en
Yapeyú, hoy provincia de Corrientes, un 25 de febrero de 1778. Yapeyú había
sido fundada en febrero de 1627 por los Jesuitas y se transformó con el tiempo
en el más importante centro ganadero del Río de la Plata, famoso sus zapaterías
cuyos productos eran exportados a Chile y Perú. También se producían ahí
diversos instrumentos musicales de gran calidad. Todo esto decayó con la
expulsión de los jesuitas en 1767, pero Yapeyú siguió siendo una ciudad
importante dentro de la estrategia española para estas tierras.
Así fue como el gobernador de Buenos
Aires, Bucarelli, encomendó al Capitán don Juan de San Martín el cargo de
teniente gobernador de Yapeyú en 1774. Allí se instaló don Juan con su mujer,
Gregoria Matorras, y sus hijos María Elena, Juan Fermín y Manuel Tadeo. Poco
después nacerán Justo Rufino y el menor de la familia, José Francisco, quien
pronto comenzó a ser cuidado por una niñera india, Juana Cristaldo que según
doña Gregoria, lo consentía demasiado. Cuando José tenía apenas tres años, toda
la familia debió abandonar Yapeyú y trasladarse a Buenos Aires. El virrey
Vértiz le ordenó a Don Juan hacerse cargo de la instrucción de los oficiales
del batallón de voluntarios españoles. Los San Martín vivirán en la capital del
virreinato hasta fines de 1783, cuando fue aceptado el pedido de Don Juan para
regresar a España. Se le encargó la dirección de un regimiento en Málaga y allí
se instaló la familia. José, que tenía por entonces ocho años, se supone que
estudió en el Seminario de Nobles de Madrid. Allí aprendió latín,
francés, castellano, dibujo, poética, retórica, esgrima, baile, matemáticas,
historia y geografía. En 1789, a los once años ingresó como cadete al
regimiento de Murcia y en poco tiempo ya tomará parte activa en numerosos
combates en España y en el Norte de África. Entre 1793 y 1795 durante la guerra
entre España y Francia, el joven San Martín tuvo una actuación destacada en
todos los combates en los que participó, y ascendió rápidamente en sus grados
militares hasta llegar al de segundo teniente. En la guerra contra las fuerzas
napoleónicas y ya con el grado de Teniente Coronel, fue condecorado con la
medalla de oro por su heroica actuación en la batalla de Bailén el 19 de julio
de 1808
El joven José no olvidaba sus orígenes
americanos y estaba muy al tanto de los sucesos del Río de la Plata. Al
enterarse de los hechos de mayo de 1810, decidió pedir el retiro del ejército
español para poner sus conocimientos y experiencia al servicio de la naciente
revolución americana. Había tomado contacto en España con círculos liberales y
revolucionarios que veían con simpatía la lucha por la emancipación americana.
Salió de Cádiz para Londres el 14 de septiembre de 1811. Londres ya era por
entonces la gran capital de la Revolución Industrial a cuya sombra florecían
las ideas liberales, ante todo en lo económico, pero también en lo político.
Allí prosperaban los grupos revolucionarios como la "Gran Hermandad
Americana", una logia fundada por Francisco de Miranda, un patriota
venezolano que se proponía liberar América con la ayuda financiera de los
ingleses. Durante sus cuatro meses de estadía en Londres, San Martín tomará
contacto con los miembros de la "Hermandad", sobre todo con Andrés
Bello y con personas vinculadas al gobierno británico, como James Duff y Sir Charles
Stuart, quienes le hacen conocer el plan Maitland. El plan, un manuscrito de 47
páginas, había sido elaborado por el general inglés Thomas Maitland en 1800 y
aconsejaba tomar Lima a través de Chile por vía marítima. San Martín tendrá muy
en cuenta las ideas del militar inglés en su campaña libertadora. Finalmente en
enero de 1812 San Martín emprende el regreso a su tierra natal a bordo de la
fragata inglesa George
Canning. “Yo serví en el ejército español desde la edad de trece a treinta
y cuatro años, hasta el grado de teniente coronel de caballería. En una reunión
de americanos en Cádiz, sabedores de los primeros movimientos de Caracas,
Buenos Aires, etc., resolvimos regresar cada uno al país de nuestro nacimiento
a fin de prestarle nuestro servicio en la lucha." José de San Martín.
A poco de llegar San Martín a Buenos
Aires, logró que se le respetara su grado militar de Teniente Coronel y que se
le encomendara la creación de un regimiento para custodiar las costas del
Paraná, asoladas por los ataques de los españoles de Montevideo. Así nació el
regimiento de Granaderos a Caballo. El propio San Martín diseñará los uniformes
y las insignias del nuevo cuerpo militar que se instala en el Retiro. La
situación política en Buenos Aires era complicada, gobernaba el Primer
Triunvirato integrado por Feliciano Chiclana, Manuel de Sarratea y Juan José
Paso. Pero el verdadero poder estaba en manos del secretario de gobierno,
Bernardino Rivadavia, que venía desarrollando una política muy centralista que
desoía todos los reclamos del interior, cada vez más perjudicado por la
política económica de Buenos Aires que fomentaba el libre comercio y mantenía
un manejo exclusivo del puerto y de la aduana.
A poco de llegar, San Martín entró en
contacto con los grupos opositores al Triunvirato, encabezados por la Sociedad
Patriótica fundada por Bernardo de Monteagudo, y creó, junto a su compañero de
viaje Carlos de Alvear, la Logia Lautaro, una sociedad secreta cuyos objetivos
principales eran la Independencia y la Constitución Republicana.
San Martín y sus compañeros se
decidieron a actuar y el 8 octubre de 1812 marcharon con sus tropas, incluidos
los granaderos, hacia la Plaza de la Victoria (actual Plaza de Mayo) y
exigieron la renuncia de los triunviros en un documento redactado por San
Martín que concluía diciendo: "...no siempre están las tropas para
sostener gobiernos tiránicos". Fue designado un segundo triunvirato afín a
la Logia y a la Sociedad Patriótica integrado por Juan José Paso, Nicolás
Rodríguez Peña y Antonio Álvarez Jonte.
Don José se hacía tiempo también para
la diversión y poco a poco fue tenido en cuenta en las selectas listas de
invitados de las tertulias porteñas. La más famosa y agradable, según cuentan,
era la de Don Antonio Escalada y su esposa Tomasa, en la que sus hijas,
Remedios y Nieves, no perdían de vista a ningún nuevo visitante. Por allí pasó
Don José y surgió el romance con Remedios. Poco después, el 12 de noviembre de
1812 se casaron. Él tenía 34 años y ella 15.
El 3 de febrero de 1813 los Granaderos
de San Martín entraban por primera vez en combate frente al Convento de San
Lorenzo, en Santa Fe. El triunfo fue total y el prestigio del ahora coronel San
Martín crecía sin cesar. Fue así que en 1814 se le encomendó el mando del
ejército del Norte en reemplazo del General Belgrano. San Martín aceptó el
cargo pero hizo saber a las autoridades que sería inútil insistir por la vía
del Alto Perú y que se retiraría a Córdoba para reponerse de los dolores
causados por su úlcera estomacal y terminar de delinear las bases de su nueva
estrategia militar consistente en cruzar la cordillera, liberar a Chile y de
allí marchar por barco para tomar el bastión realista de Lima. Repuesto parcialmente
de sus males, pero con el plan terminado y aprobado, logró ser nombrado
gobernador de Cuyo. En Mendoza comenzó los preparativos para su ambicioso plan
sin descuidar las tareas de gobierno. Fomentó la educación, la agricultura y la
industria y creó un sistema impositivo igualitario cuidando que pagaran más los
que más tenían.
Todo el pueblo cuyano colaboró según
sus posibilidades para armar y aprovisionar al Ejército de los Andes. El propio
gobernador dio el ejemplo reduciendo su propio sueldo a la mitad.
San Martín debió enfrentar en Cuyo la
oposición la oposición de los hermanos Carreras, exiliados chilenos que habían
abandonado su país tras la derrota de Rancagua. Uno de ellos, José Miguel había
sido presidente de la Junta de Gobierno de Chile en 1814 y se oponía a la
alianza de O'Higgins con San Martín. Los tres hermanos terminaron
involucrándose en las guerras civiles argentinas y murieron fusilados.
El 24 de marzo se reúne el Congreso en
Tucumán. San Martín, preocupado por la demora en sancionar la independencia
dirige una carta al diputado por Cuyo, Godoy Cruz. "¿Hasta cuándo
esperaremos para declarar nuestra independencia? ¿No es cosa bien ridícula
acuñar moneda, tener el pabellón y escarapela nacional y, por último, hacer la
guerra al soberano de quien se dice dependemos, y permanecer a pupilo de los
enemigos?"
El 16 de agosto de 1816, nació Mercedes
Tomasa de San Martín, la única hija de la pareja. A principios de 1817 comenzó
el heroico cruce de los Andes.
"Compañeros del Ejército de los Andes:
La guerra se la tenemos que hacer como podamos: si no tenemos dinero; carne y
tabaco no nos tiene que faltar. Cuando se acaben los vestuarios, nos vestiremos
con la bayetilla que nos tejan nuestras mujeres y si no andaremos en pelota
como nuestros paisanos los indios, seamos libres y lo demás no importa.
Compañeros, juremos no dejar las armas de la mano hasta ver el país enteramente
libre, o morir con ellas como hombres de coraje.", José de San Martín.
Durante muchos tramos San Martín debió
ser trasladado en camilla debido a los terribles dolores provocados por la
úlcera.
A poco de cruzar los Andes, el 12 de
febrero de 1817, las fuerzas patriotas derrotan a los españoles en la cuesta de
Chacabuco, iniciando de esa forma la independencia de Chile. El 19 de marzo del
año siguiente las fuerzas patriotas sufrieron una derrota en Cancha Rayada.
Afortunadamente el General Las Heras logró salvar a su cuerpo y en base a estos
hombres pudo reorganizarse un ejército de 5.000 hombres y vencer
definitivamente a los realistas en Maipú el 5 de abril de 1818.
Pocos días después de Maipú, San Martín
volvió a cruzar la cordillera rumbo a Buenos Aires para solicitar ayuda al
gobierno del Directorio para la última etapa de su campaña libertadora: el
ataque marítimo contra el bastión realista de Lima. Obtiene la promesa de una
ayuda de 500.000 pesos para su plan limeño de los que sólo llegarán
efectivamente 300.000. San Martín regresó a Chile, donde obtuvo la ayuda
financiera del gobierno y armó una escuadra que quedará al mando del marino
escocés Lord Cochrane.
Mientras tanto, en Buenos Aires las
cosas se complican. Pueyrredón propicia la invasión portuguesa de la Banda
Oriental para combatir a Artigas y le ordena a San Martín que baje con su
ejército y encabece la represión de los orientales. San Martín se niega y le
aclara que "el general San Martín jamás desenvainará su espada para
derramar sangre de hermanos".
El 20 de agosto de 1820 partió desde el
puerto chileno de Valparaíso la expedición libertadora. La escuadra estaba
formada por 24 buques y conducía a unos 4.800 soldados. El 12 de septiembre la
flota fondeó frente al puerto peruano de Pisco. Una división al mando del
General Arenales se dirigió hacia el interior del Perú con el objetivo de
sublevar a la población y obtuvo la importante victoria de Pasco el 6 de
diciembre de 1820. Por su parte San Martín ordenó bloquear el puerto de Lima.
Así, el virrey De la Serna se vio acosado por todos los flancos y debió
rendirse el 10 de julio de 1821. Ese día entró victorioso el general San Martín
a la capital virreinal.
El 28 de julio de 1821 San Martín
declaró la independencia del Perú. Se formó un gobierno independiente que
nombró a San Martín con el título de Protector del Perú, con plena autoridad
civil y militar. En un principio el general se había negado a aceptar el cargo,
pero el clamor popular y los consejos de su amigo y secretario, Bernardo de
Monteagudo, le hicieron recordar que el peligro realista no había desaparecido,
que las fuerzas del virrey se estaban reorganizando en los cuatro puntos
cardinales del Perú y que por lo tanto su presencia se hacía imprescindible
para terminar definitivamente con el dominio español.
San Martín abolió la esclavitud y los
servicios personales (mita y yanaconazgo), garantizó la libertad de imprenta y
de culto, creó escuelas y la biblioteca pública de Lima. Debió enfrentar graves
dificultades financieras, lo que creó entre la población un creciente
descontento. Pese a las dificultades San Martín pudo controlar la situación y
lograr la rendición de los realistas del Sur y del Centro del Perú.
Mientras San Martín llevaba adelante su
campaña desde el Sur el patriota venezolano Simón Bolívar, lo venía haciendo
desde el Norte. El general Sucre, lugarteniente de Bolívar, solicitó ayuda a
San Martín para su campaña en Ecuador. El general argentino le envió 1600
soldados que participaron victoriosamente en los combates de Riobamba y
Pichincha, que garantizaron la rendición de Quito. Finalmente los dos
libertadores decidieron reunirse. La famosa entrevista de Guayaquil, en
Ecuador, se realizó entre los días 26 y 27 de julio de 1822. Había entre ellos
diferencias políticas y militares. Mientras San Martín era partidario de que
cada pueblo liberado decidiera con libertad su futuro, Bolívar estaba interesado
en controlar personalmente la evolución política de las nuevas repúblicas. El
otro tema polémico fue quién conduciría el nuevo ejército libertador que
resultaría de la unión de las tropas comandadas por ambos. San Martín propuso
que lo dirigiera Bolívar pero éste dijo que nunca podría tener a un general de
la calidad y capacidad de San Martín como subordinado. El general argentino
tomó entonces una drástica decisión: retirarse de todos sus cargos, dejarle sus
tropas a Bolívar y regresar a su país.
Tras la entrevista de Guayaquil San
Martín regresó a Lima y renunció a su cargo de Protector del Perú. "La
presencia de un militar afortunado, por más desprendimiento que tenga es
temible a los estados que de nuevo se constituyen. Por otra parte ya estoy aburrido
de oír decir que quiero hacerme soberano. Sin embargo siempre estaré a hacer el
último sacrificio por la libertad del país, pero en clase de simple particular
y no más. En cuanto a mi conducta pública mis compatriotas dividirán sus
opiniones; los hijos de éstos darán el verdadero fallo."
Partió luego rumbo a Chile donde
permaneció hasta enero de 1823. Cruzó por última vez los Andes, estuvo unos
días en Mendoza y pidió autorización para entrar en Buenos Aires para poder ver
a su esposa, que estaba gravemente enferma. Rivadavia, ministro de gobierno del
gobernador Martín Rodríguez, le negó el permiso argumentando que no estaban
dadas las condiciones de seguridad para que San Martín entrara a la ciudad. En
realidad Rivadavia, que siempre le había negado cualquier tipo de ayuda a San
Martín, temía que el general entrase en contacto con los federales del Litoral.
El gobernador de Santa Fe, Estanislao López, le envió una carta advirtiéndole
que el gobierno de Buenos Aires esperaba su llegada para someterlo a un juicio
por haber desobedecido las órdenes de reprimir a los federales y le ofreció
marchar con sus tropas sobre Buenos Aires si se llegara a producir tan absurdo
e injusto juicio. San Martín le agradeció a López su advertencia pero le dijo
que no quería más derramamiento de sangre. Ante el agravamiento de la salud de
Remedios, pese a las amenazas, San Martín decidió viajar igual a Buenos Aires
pero lamentablemente llegó tarde. Su esposa ya había muerto sin que él pudiera
compartir al menos sus últimos momentos. Difamado y amenazado por el gobierno
unitario, San Martín decidió abandonar el país en compañía de su pequeña hija
Mercedes rumbo a Europa. Merceditas tenía siete años y recién ahora conocería
de verdad a su padre. San Martín comenta en una carta a su entrañable amigo
Tomás Guido: "Cada día me felicito más y más de mí decisión de haberla
conducido a Mercedes conmigo a Europa y arrancado del lado de doña Tomasa (su
suegra). Esta amable señora con el excesivo cariño que le tenía me la había resabiado,
como dicen los paisanos, en términos que era un diablotín...". En 1825
redacta las famosas máximas, una serie de recomendaciones para su educación en
caso de que él no estuviera a su lado. Allí le aconseja el amor a la verdad, la
tolerancia religiosa, la solidaridad y la dulzura con los pobres, criados y
ancianos; amor al aseo y desprecio al lujo. Tras pasar brevemente por Londres,
San Martín y su hijita se instalaron en Bruselas. En 1824 pasan a París para
que Mercedes complete sus estudios.
San Martín atravesaba en Europa una
difícil situación económica. Del gobierno argentino no podía esperar nada y ni
el Perú ni Chile le pagaban regularmente los sueldos que le correspondían como
general retirado. Vivía de la escasa renta que le producía el alquiler de una
casa en Buenos Aires y de la ayuda de algunos amigos, como el banquero
Alejandro Aguado que lo ayudó para poder comprar su casa de Grand Bourg.
Pero el general seguía interesado e
inquieto por la situación de su país. En febrero de 1829 llega al puerto de
Buenos Aires pero no desembarca. Se entera del derrocamiento del gobernador
Dorrego y de su trágico fusilamiento a manos de los unitarios de Lavalle.
Muchos oficiales le envían cartas a su barco y lo van a visitar con la
intención de que se haga cargo del poder. San Martín se niega porque piensa que
tome el partido que tome tendrá que derramar sangre argentina y no está
dispuesto a eso. Triste y decepcionado decide regresar. Pasa unos meses en
Montevideo y finalmente retorna a Francia. En 1832 una epidemia de cólera asoló
Francia. San Martín y su hija Mercedes, fueron afectados por esa grave
enfermedad. Los trató un médico argentino, Mariano Balcarce, hijo de un viejo
amigo y camarada de armas de San Martín, el general Antonio Balcarce, vencedor
de Suipacha. Mariano atendió durante meses a los San Martín, aunque podría
decirse que sobre todo prestó mucha atención a Mercedes. Pero la cosa fue mutua
y el 13 de diciembre de 1832 Mariano Balcarce y Mercedes de San Martín se
casaron y se fueron de luna de miel a Buenos Aires.
En 1838, durante el gobierno de Rosas,
los franceses bloquearon el puerto de Buenos Aires. Inmediatamente José de San
Martín le escribió a don Juan Manuel ofreciéndole sus servicios militares.
Rosas agradeció el gesto y le contestó que podían ser tan útiles como sus
servicios militares las gestiones diplomáticas que pudiera realizar ante los
gobiernos de Francia e Inglaterra. Al enterarse del bravo combate de la vuelta
de Obligado, el 20 de noviembre de 1845, cuando los criollos enfrentaron
corajudamente a la escuadra anglo-francesa, San Martín volvió a escribirle a
Rosas y a expresarle sus respetos y felicitaciones: "Ahora los gringos
sabrán que los criollos no somos empanadas que se comen así nomás sin ningún
trabajo".
San Martín para ese entonces estaba muy
enfermo. Sufría asma, reuma, úlceras y estaba casi ciego. Su estado de salud se
fue agravando hasta que falleció el 17 de agosto de 1850. En su testamento
pedía que su sable fuera entregado a Rosas "por la firmeza con que sostuvo
el honor de la república contra las injustas pretensiones de los extranjeros
que trataban de humillarla" y que su corazón descansara en Buenos Aires.
Esta última voluntad se cumplió en
1880, cuando el presidente Avellaneda recibió los restos del libertador.
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